dimarts, de setembre 30, 2008

TRABAJOS DE PENITENCIA


Mitificamos la oscuridad y de ella aprendimos muchas cosas. Pero a veces la noche juega malas pasadas. Palabras equivocadas, gestos indeseados, euforias excesivas. El difícil aprendizaje de la madurez del que hablaba el otro día un amigo, sobretodo en su arriesgada pero inevitable combinación con hábitos adolescentes. Poca capacidad, al final, para valorar lo que tienes. Y una facilidad realmente decepcionante y todavía sorprendente para acabar haciendo aquello que en cualquier otro condenarías. Quizá fue la lluvia. Bueno, realmente he de convencerme de que la culpa la tuvo la lluvia. Y la lluvia mansa y constante siempre acaba llevándome los mismos versos a la cabeza. Versos que robo, que no son míos, pero que ahora los hago míos, sólo para hacerte una petición tramposa de perdón -tramposa porque ya me lo diste-, un fervoroso, rendido, público y secreto homenaje, después de un tiempo largo y muy duro, a ti, la mejor novedad de mi vida.

Es todo lo que queda,
dirigirse,
por las ramblas del tiempo transcurrido,
hacia la periferia de esta turbia ciudad,
bañada en charcos,
donde sólo el refugio de los toldos
ayuda a combatir el aguacero,
donde nadie me habla,
ni comparte
las caras interiores de tus muslos,
mi enferma inclinación a visitarlos.

diumenge, de setembre 28, 2008

EL GRAN PAUL


Ayer a última hora de la tarde me llamó mi hermano.

- Oye, ¿tú no tendrás mi DVD de El Buscavidas? Es que quería verla esta noche para hacerle un homenaje al gran Paul y no lo encuentro.

Así me enteré de la muerte de Paul Newman. Leí con tristeza no hará más de un mes que había abandonado el hospital para acabar entre los suyos, desahuciado ya por los médicos. A pesar de eso, saber que ya no estaba me ha dejado cierta sensación de orfandad que se repite a mi alrededor demasiado a menudo últimamente, y la seguridad de que el mundo es hoy peor porque falta uno de los grandes.

Iba a escribir alguna cosa más de él, pero esta mañana, al leer en El País -perdonadme, apestosos y falsos liberales- la necrológica del gran Carlos Boyero, he comprendido que cualquier cosa que yo hiciese no expresaría mejor lo que siento que transcribir ese artículo.

Decían los griegos antiguos que mueren jóvenes los elegidos de los dioses. A veces también, unos cuantos elegidos, mueren viejos.




La eterna seducción
CARLOS BOYERO

Ha sido elegante y discreto hasta para morirse. No puede ser de otra forma cuando esa actitud vital no responde a una careta estratégica sino a la autenticidad. Hace unos meses comunicó que se lo llevaba la muerte, que la esperaría en su casa rodeado de las personas que amaba, que no le dieran la brasa ni montaran productivos circos con su agonía, que le dejaran irse tranquilo al otro barrio. Algo muy consecuente en alguien que jamás montó numeritos ni practicó el exhibicionismo, aficiones lamentablemente repetidas en el universo de esos seres con una luz y un talento especial que han alcanzado el estrellato. Y yo sentí ante la despedida de ese desconocido que algo se me rompía por dentro, que era como si la palmara alguien cercano por el que sientes tanto respeto como admiración, un ser que te ha regalado muchas e impagables sensaciones en el curso del tiempo.

Desde la primera vez que le iluminó una cámara, este tipo escandalosamente guapo estaba destinado al amor incondicional y eterno de ésta. También a que ella contagiara esa fascinación a los espectadores de cualquier parte con un mínimo sentido del gusto. Del Newman joven es incuestionable su hermosura pero también la tendencia a la sobreactuación, a los tics que deja impresos el pretencioso, narcisista, psicológico y retorcido Método. Ello no impidió que cuando tenía 30 esplendorosos años, bajo la mirada lúcida y sobrecogedora de Robert Rossen creara al inmortal Eddie Felson en esa reflexión genial y estremecedora sobre el triunfo y el fracaso, artistas y explotadores, pecado y redención, soledad y desesperación, miedo y desafío, titulada El buscavidas. Pero cuando este hombre llega a la conclusión de que ya sabe cómo expresar lo máximo con lo mínimo, cuando le sale alguna arruga en el rostro y en el alma (debe de ser complicado sobrevivir emocionalmente al suicidio de un hijo), sus interpretaciones de cualquier tipo de personaje alcanzan una hondura, una precisión, un magnetismo y una verdad incomparables. En comedia y en drama, dando vida a personajes cotidianos o excepcionales. Cualquiera de sus interpretaciones constituye un espectáculo, algo que siempre te va a compensar independientemente de la calidad del producto final. Junto al grandioso pero a veces muy pasado Brando, ver y oír a Newman representa la plenitud de la hipnosis, la imposibilidad de desconectar ante una presencia y una personalidad majestuosas. Te enamora cuando ríe, cuando sufre, cuando se gusta, cuando anda perdido, cuando es fuerte, cuando está desvalido, cuando tiene miedo, cuando es el más chulo, cuando bromea, cuando se pone serio. Sus registros son muy amplios. Hará que te creas a sus personajes aunque nunca puedas olvidar que esos hombres siempre son Paul Newman. O sea, seducción en estado puro. De joven y de viejo, intemporal, con efecto perdurable para los espectadores del próximo siglo. Jamás fue una moda o un lujoso producto de marketing. Newman era más que un actor; constituía un género. No tiene reemplazo. Se ha ido el más grande.

dimecres, de setembre 24, 2008

AEROSTÀTICA



He imaginado la escena muchas veces. La he visto igual en una mañana de primavera o en revueltas tardes de otoño. A mi abuelo le gustaba resaltar esa parte de su pasado. Quizá se hacía perdonar a sí mismo el poco entusiasmo o el olvido que la losa de tantos años de plomo había dejado en él, probablemente de un modo algo indolente, una doma lenta pero constante. Quise mucho a mi abuelo y le echo mucho de menos. Dicen que me parezco a él en muchas cosas. Gestos, hábitos, hasta vulgares movimientos del cuerpo.

Su padre le llevó a la Escuela que la Fraternidad Republicana de Russafa había montado para los suyos, sufragada a escote con las trabajadas cuotas de los fieles, y de nombre -cómo no- Escuela Laica La Luz. Las puras cenizas del blasquismo. Imagino que sería el clásico reducto ante el que los devotos del barrio pasaban apretando el paso, temiendo el contagio o el garrote. Un lugar modesto y limpio, con una docena de libros venerados y un entusiasmo algo ingenuo y feliz.

Después de casi ochenta años, mi abuelo aún recordaba con emoción al profesor, D. José Arnau, a quien me gusta imaginar como un personaje de otro siglo, volteriano y feroz con la clericanalla, afrancesado a rabiar, obsesionado en su idea de progreso. Siempre vestido de negro, la fina y sucia corbata, los puños de la camisa arrasados, con algún libro entre las manos y carraspeos o toses de fumador antiguo atravesando el espeso bigote.

"Quan els de coleges de retors o de monges portaven als xiquets a missa, D. José Arnau mos duia al llit del riu a fer globos de paper, i mos ensenyava els principis de la aerostàtica". Y mi abuelo pronunciaba "aerostàtica" casi separando las sílabas, devotamente, acompañándolo de un movimiento de la mano con el índice en alto, resumiendo en ese respeto el modo de entender la idea del conocimiento o la ciencia que le inculcaron.

Esa es la escena que imagino. Tiene la atmósfera de un sueño o de algo parecido a la felicidad. Da igual que la ilumine el sol atrevido de las mañanas o el oro de las tardes. Muchas veces, asomado al río y devastados los jardines, creo ver una docena de niños con baberos oscuros, algunos con gorra, alrededor de una figura vestida de negro, mientras en el aire se elevan tres o cuatro globos de papel entre los vítores de la chiquillería, hechos con hojas del diario El Pueblo de la víspera. Detrás, mi ciudad.

diumenge, de setembre 21, 2008

TRIO D´ASOS












Els presente els meus tres personatges públics més apreciats. Formen un autèntic trio d´asos que representen valors tan arrelats i estimats per tots com Tradició, Modernitat, Amor Per La Llengua Pròpia Dels Valencians, Esdevenimentisme, Menfotisme i una llarga llista de la que no podem excloure les velles virtuts teologals, tan determinants per a moure´s al món cruel -oh tempora, oh mores- de hui en dia.

Trien, trien el seu favorit.

dissabte, de setembre 20, 2008

GRANDEUR



Tenía una copa de cerveza en la mano, ya mediada, inequívocamente sacada de un bar. Supongo que la habría distraído de alguno cercano, y era la clásica copa de "doble", esas de tallo no muy grueso y algo alargado seno. Me llamó la atención porque no bebía el inevitable tetrabrick o la ya bastante inusual botella, sino un "doble" en toda regla, sentado en su banco que había monopolizado con la habitual quincalla: carro de supermercado, cartones, artefactos extraños y algún cordel que siempre cuelga de algún sitio y del que nunca consigo averiguar con qué utilidad.

Además de la barba por parroquias, el pelo a jirones y la ropa impecablemente sucia, calzaba unas gafas de sol de inspiración Matrix que armonizaban el conjunto hasta el horror.

Al pasar nosotros a su lado, se levantó, y alargando el brazo en el que sostenía la cerveza, como en un literal y solitario brindis al sol, gritó:

- ¡Siempre en copa, siempre en copa! ¡Elegancia, clase, distinción! ¡Siempre en copa, siempre en copa!

Nada más sobrepasarlo, mi hija me miró buscando complicidades y conteniendo una expresión entre la risa y el miedo.

- ¿Está loco, no?

No recuerdo qué le he contestado y creo que ni me ha oído. Detrás de nosotros, aquel seguía tronando su pequeña venganza, su rebelión, su orgullo:

- ¡Siempre en copa, siempre en copa!

dimecres, de setembre 17, 2008

UNA RECOMENDACIÓN Y UN RUEGO


Descubrí a Robert D. Kaplan con Fantasmas balcánicos. Y fue uno de esos descubrimientos azarosos, que no vino por influencia alguna, y que son probablemente los que mejor sabor de boca dejan. Poco tiempo después le leí un par más de volúmenes aunque -siendo buenos libros- ninguno alcanzase el interés y la calidad del primero. Y así me quedé hasta que los dioses me pusieron delante Invierno mediterráneo.


Esto no pretende ser una crítica convencional: es un elogio baboso y rendido. Porque lo que Kaplan hace en el libro es en principio sencillo: evocar varios viajes de juventud por el Mediterráneo central y oriental, acompañado por alguien que es una difusa y cambiante sombra en el relato, que apenas tiene presencia. Pero lo hace mezclando prodigiosamente erudición y recuerdos personales, veneración por el pasado y emociones y reflexiones que conmoverían a cualquier poeta en ciernes.


Ahora es un prestigioso analista de política internacional, miembro de más de un gabinete de influyentes asesores, pero el Kaplan de entonces era un joven norteamericano de familia modesta lleno de ilusiones y proyectos y fascinado por la historia, que viaja en invierno sin apenas medios, fuera de temporada, "(...) en un periodo de toldos enrollados, de hoteles medio vacíos y de solitarios restos arqueológicos algo descuidados (...), haciendo del relato un continuo ir y venir entre lo lírico y la mejor recreación y constatación del pasado, y en el que los protagonistas son Rodin, Flaubert, Cartago, Marsella, Túnez, Dido y Eneas, Virgilio, Yugurta, san Agustín, Paul Klee, Kairuán, Roger de Lauria, Roma, Sicilia, Tucídices, Siracusa, Palermo, Alcibíades, los normandos transplantados al sur, Agrigento, Caravaggio, Villa Adriana (y el gran Adriano, claro), Split, Dubrovnik, Diocleciano, Atenas, Bizancio, Lawrence Durrell, el monte Athos, Robert Byron, Mistra...


Sólo una muestra: "Esa tarde nos permitimos el despilfarro de dar un paseo en calesa por tres dinares tunecinos. Desde el cementerio tomamos el tren hacia el norte y descendimos en el pueblo de Sidi Bu Saïd, donde por ocho dinares pasamos la noche en una antigua mansión señorial. Ésa fue la única noche en todo el invierno en que disfrutamos de calefacción central. Al atardecer subimos las escaleras que llevan al Café des Nattes de Sidi Bu Saïd para tomar té con piñones. El techo de nuestra habitación estaba decorado con espejuelos de colores y azulejos azules. Afuera en el jardín, encontré a la mañana siguiente adelfas rosa, naranjos, hibiscus, buganvilias y un solitario y monumental ciprés. Recuerdo el liviano caminar de un gato mientras un hombre acudía con una escoba a barrer los pétalos caídos."


Compré y leí Invierno mediterráneo en el verano del 2.004, y desde entonces tomé como una muy agradable rutina -ya saben cuánto disfruto con algunas- releerlo todos los veranos. Me gusta tanto que o no lo leo nunca más o lo releo muy a menudo, y así no dejo lugar a la decepción que el tiempo -bueno, la vida- gusta de arrearnos de vez en cuando. Ahora acabo de terminarlo otra vez.


Bien, pues hasta aquí la recomendación. Y ahora el ruego: no se lo pierdan.




dilluns, de setembre 15, 2008

EL CENTRO

Mi primer recuerdo claro y cierto de esas calles va asociado a la principal de ellas y a un tipo que por allí deambulaba de un modo bastante particular.

Yo era un niño todavía, y entonces los adultos todos quedaban incluidos sin mayores distingos en un enorme saco que abarcaba desde los recién ingresados en la juventud -un reino muy ansiado- hasta los maduros ya más contumaces, y del que sólo se excluían los claramente inmersos en la ancianidad más decrepitosa, gente esta última que salía del mencionado saco en virtud de unas limitaciones de movilidad y un aspecto inequívoco que los dejaba fuera del amplio grupo de los invariablemente llamados -no sin cierta solemnidad y misterio- “mayores”.

Aquel tipo, que por entonces se me antojaba simplemente un adulto, un “mayor” de aquellos, a la memoria que hoy sobrevive se presenta más bien como un hombre que apenas sobrepasaría la cuarentena, y a quien su calvicie brutal y absoluta y una notable gordura podían añadir seriedad o más años. Porque de él me ha quedado el recuerdo de su muy brillante y esplendorosa calva, de su impecable y clásica vestimenta que resaltaba su enormidad, y de su costumbre de tocar la armónica mientras paseaba arriba y abajo, una y otra vez, la mencionada calle.

De las causas últimas de su pintoresca afición nada sé. Recuerdo que mi madre insinuaba cierto probable desarreglo mental, y que inmediatamente compensaba su increída maledicencia alabando la pulcritud de su persona -aquellos trajes impecables- y su semblante pacífico y bonancible.

Dada mi condición de escolar, aquellos encuentros con tan armónico individuo se producían siempre los sábados, día escogido por mis padres para dar un paseo por el centro con su ruidosa tribu, por lo que ignoro si aquellos paseados recitales se daban a diario o, como nosotros, el señor gordo y calvo aprovechaba la alegría ingenua de los sábados por la tarde para dar rienda suelta y pública exhibición a su pasión.

Del repertorio con el que obsequiaba al personal nada recuerdo, pero me gusta pensar que abarcaba desde las piezas más populares del momento hasta espantos en la línea de Clavelito, pasando por versiones de las músicas mejores y más conocidas de los westerns, tan proclives al sentimentalismo facilón de la armónica.



Y es que aquella calle principal estaba marcada por el cine, por los cines. El Lys, el Eslava, el Artis. Pero sobre todo el Serrano. Con sus dos escaleras simétricas y su entrada en alto, y su enorme cartel de la película de turno, un amplísimo -a mis ojos de entonces- rectángulo pintado con más o menos acierto y en el que artistas locales versionaban el cartel original de la película en exhibición, lo que constituía un nudo en el estómago y un reclamo perfecto. Una necesidad creada sabiamente.

El barrio del que hablo es muy sencillo. Lo delimitan la plaza de l´Ajuntament y el amplio codo en el que acaban y empiezan Colom y Xàtiva. Consta de dos calles principales y casi gemelas, y unas cuantas que las atraviesan o las comunican. De las dos gemelas, todos saben muy bien cuál es la principal: Passeig Russafa. Y cuál la secundaria: Ribera. Ésta última contó con un solo cine, el Capitol. Y a pesar de que probablemente era el más grande, y de que el edificio que lo albergaba tenía un valor arquitectónico infinitamente mayor que los de todos los demás cines juntos de la calle gemela, nunca ir al cine tuvo el mismo sabor en una calle que en otra.

Porque Passeig Russafa forma parte de una línea imaginaria que, partiendo de la plaza de la Reina, atraviesa el primer tramo de Sant Vicent, dobla ligeramente y enfila la plaza de l´Ajuntament en toda su extensión este, se adentra en nuestra gemela principal y agoniza en su tramo final en la hoy muy decaída calle Russafa. Poco, bien poco queda ya en ésta última de aquella vitalidad tan real, tan festiva y moderna que evocaba Estellés:

(…) Irromperen de sobte
les trompetes del jazz, el carrer de Russafa
tan divers dels neons en els establiments,
alegre de teatres, de cafés i de vida.

Es un recorrido en el que se da algo parecido a lo que en Italia llaman la passeggiata, por su valor de paseo puramente recreativo y mirón, presa fácil para un público algo aburrido y ritualista, de esos que van y vienen, indistintamente de sábados o domingos, y es a la vez uno de esos enclaves del inconsciente colectivo que arrastra por su animación, más atento siempre a los locales de ocio que a lo estrictamente comercial, parcela esta última en la que muchas áreas de la ciudad le han ganado claramente la partida.

Probablemente por esa condición de eslabón importante o principal en la mencionada línea, Passeig Russafa desplazó con claridad a Ribera en el liderazgo del barrio del que hablamos, como siguiendo la premonición estellesiana de modestia y ambigüedad: El carrer de Ribera era confús i alegre. Y esa causa produjo a su vez el efecto casi contrario en ésta última. Si no un remanso de paz, Ribera ofrece cierta tranquila calma en pleno centro y en una calle amplia, algo que sin duda lamenta el rentista de sus plantas bajas -es un decir- pero agradece el paseante.

Para mí, además de aquel primer recuerdo asociado al extraño paseante, esas dos calles fueron el descubrimiento de la inmediatez y realidad del centro estricto, el atisbo de la vida adulta y de cierta ingenua y primera autonomía: ir al cine con los amigos del colegio, liberado ya de la presencia de los padres, imitando sin embargo algo de sus formas en bares baratos, enfocados a un público adolescente y ansioso, con prisa por crecer, incapaz de distinguir el fulgor y el rumor brutal de la plaza de toros al final de la calle, aún aturdido por las primeras cervezas.

Y luego, atravesándolas, quizá las mejores, las otras: Mossén Femades, Martínez Cubells, Convent de Santa Clara, Forners. Calles tapizadas por restaurantes como exhibicionistas y permanentes verbenas. Calles de negocios y escaso vecindario. Calles que sostuvieron por un tiempo el sueño de una burguesía imposible y de una ciudad que pudo ser. Calles por las que pasear a última hora de las tardes del verano recién estrenado o agotándolo, ya entre luces, con el cuerpo envenenado de melancolía y recuerdos de otras tardes y otras luces.


dijous, de setembre 11, 2008

FALSOS MODERNOS

Hace poco, en una conversación sobre música, algún pobre ingenuo tuvo la osadía de mencionar elogiosamente a Coldplay. Rápidamente, uno de esos bobos de lo último, torció el gesto y los despachó en pocas palabras: "Son unos moñas". Quien decía eso es el mismo que, siete u ocho años atrás, se entusiasmaba -y nos daba la tabarra- con Coldplay, entonces una banda de la que llegaban las primeras canciones entre brumas de maquetas y prestigios de entendidos.

Aquel ilustre contertulio forma parte de una legión de musiqueros para los que, dando por sentado un mínimo francamente bajo de calidad, cierta marginalidad o minoritarismo son un valor en sí o, en algunos casos extremos de idiotez, son el valor en sí.

Para ellos, que un grupo saque al mercado tres o cuatro discos y que todos alcancen un nivel de ventas y de popularidad más bien alto, son el síntoma inequívoco de una decadencia y una entrega a "lo comercial" incompatible con su gusto exquisito y privilegiado.

Cosas de la edad, supongo. En cualquier caso, tampoco se trata de condenar lo marginal y enaltecer sin más lo popular o masivo, tan frecuentador del espanto. Hay basura a toneladas en lo que suena en las emisoras más conocidas y bellezas inexpresables en discos que nunca superarán determinados circuitos, y no por vocación de minoritarios, sino por ausencia de reales intereses comerciales o por una falta de sensibilidad tristemente muy extendida. Cosas de la educación que uno se hace o le hacen, supongo.

Quizás se trate simplemente de no atender tanto a la novedad como un valor por sí mismo, y apreciar lo bueno que queda atrás como algo que siempre estará ahí para aportarnos cosas, desprejuiciando la trayectoria del grupo en cuestión, sea ésta llenar estadios o acabar actuando en bodas y bautizos o en elitistas clubs a los que no va, en esencia, nadie.

Como homenaje a esos queridos falsos modernos -qué haríamos sin ellos-, ahí van los Coldplay en una canción impresionante, combinando la falsa y ya vieja técnica del videoclip más clásico con un directo, resuelto de manera genial. Recomiendo poner el volumen a todo trapo, particularmente a partir del minuto 2:30. No sé cuántas veces lo habré visto y oído y me sigue emocionando, especialmente su segunda parte, tan coral. La vida casi siempre nos supera; el arte, de vez en cuando, sucede.





Tears stream down on your face
When you lose something you cannot replace
Tears stream down on your face
And I...

Tears stream down on your face
I promise you I will learn from my mistakes
Tears stream down on your face
And I...

Lights will guide you home
And ignite your bones
And I will try to fix you.

dilluns, de setembre 08, 2008

ESTELLESIANA (I)



Tindria jo onze o dotze anys i encara el valencià no era matèria obligatòria a l´escola. Però el col.legi on jo anava -i era de retors, no creguen- tenia un cert compromís amb el tema i donàvem un parell d´heroiques hores a la setmana, sense llibre de text com calia i amb les habituals bronques i entusiasmes. L´únic material que teníem a l´abast eren uns llibres en blanc i negre (vull dir sense il.lustracions en color, tan agraïdes sempre), de gran tamany i d´edició modesta, que recollien bàsicament fragments de novel.les, poemes, cançons o elementals questions lingüístiques o històriques.

Un dia, a banda de la habitual lectura de textos -que era essencialment en el que consistien aquelles classes pioneres i plenes de voluntarisme-, el professor va dur un radiocasette que hui seria peça de col.lecció. Ens indicà la pàgina on devíem anar i sense més explicacions li donà al play.

Ara sé que allò que sentírem era el Coral romput de Vicent Andrés Estellés recitat per Ovidi Montllor i amb música de Toti Soler. En aquell moment només vaig arribar a entendre que aquells versos llargs, sense rima aparent, i que parlaven de la meua ciutat i de la meua gent d´una manera molt especial, m´havien colpit amb força, trencant per primera vegada -això ho sé ara- l´artificial distància entre la realitat amagada i menyspreada del meu entorn i la falsificació lingüística en la que, en bona part, encara visc. Les pintoresques raons per les que havíem arribat alguns -parle d´uns quants centenars de milers de persones- a eixa absurda situació podria i pot omplir enciclopèdies i fins i tot biblioteques plenes de fosca i mala consciència. En qualsevol cas no es tracta ara de buscar culpables. Siga com siga, fora com fora, culpables o responsables ho foren tots, ho som tots, tret d´alguns d´abans i d´ara. El meu cas no és -ni de lluny- únic a la ciutat de València. De fet, la mateixa normalitat de la falsificació era el motiu principal -i això també ho sé ara- d´aquell dolç, fort i extrany colpiment que vaig patir i gaudir. Però eixa és una altra història.






dissabte, de setembre 06, 2008

VIEJOS MALES


No se queden con las gansadas románticas, bobaliconas y bienintencionadas del joven. Ni con la belleza dudosa de la Bonham-Carter. Ni con las conversaciones de circunstancias, tan británicas. Hay en este fragmento de Una Habitación con Vistas una alucinante aria de Donizetti. Y hay el paisaje toscano, un verano o una primavera eterna, y la silueta de Florencia brillando otra vez como un espejismo o un sueño.

Yo -perdonadme, ortodoxos- de muy joven padecí una grave enfermedad llamada Italia. Y ahora, más a menudo de lo que debiera y con cualquier excusa, aún viene a mí, recurrente y pesada como un mal congénito. Pero no la aparto como quien aparta un mal recuerdo. Tengo aún capacidad para entusiasmarme por algunas cosas viejas y queridas. Me quedo, como un consuelo y un recuerdo que es pasado, presente y futuro, con lo de Henry James: "It concerns Italy and my youth. Two fine things".

dimecres, de setembre 03, 2008

RUTINAS


Odio las rutinas cotidianas. Las del día a día, las que tienen como marco máximo y repetido a la semana. Esa sucesión de horas de trabajo, interrupciones alimenticias, sueños y vuelta a empezar. Ni siquiera la alegría ingenua del fin de semana logra romper esa dinámica que en el fondo detesto.


Pero -supongo que muy contradictoriamente- hay otra rutina del año que me gusta sin remedio. Es la que empieza ahora, en estos días de septiembre, y que está marcada sobretodo por hábitos de temporada y por las festividades del calendario.


El inicio de la liga como un final de verano anticipado, la vuelta a los estudios que miro entre aliviado y nostálgico, el 9 d´octubre como la entrada real o definitiva en el año, el puente de diciembre y su frecuente escapada al interior, a los primeros fríos serios, el porrat de Santa Llúcia que contemplo camino al trabajo, la Navidad, el cansino ritual de la Nochevieja, los Reyes y su constante buen recuerdo y presente, la fiesta de Sant Vicent (siempre que caiga entre semana), la feria del libro de ocasión en la Gran Vía, las Fallas, las Pascuas -que no la lúgubre semana santa, tan extraña a mí y a los míos-, la Fira del Llibre en los Viveros, la procesión de la Virgen, por la tarde, con su hermoso paganismo final bajo apestosas capas de beaterío, los primeros calores, las mujeres quitándose ropa día a día, las primeras escapadas a la playa, los planes de vacaciones, la limpieza de la piscina como un ritual familiar entre lo festivo y el puro coñazo, el inicio del verano y todas sus glorias, los periódicos delgados, la liga que empieza...

dilluns, de setembre 01, 2008

SOHO SQUARE



Una de les proves més evidents de la meua contrastada inutilitat és haver tardat tant en descobrir Londres. Però en els últims anys he aconseguit posar-me al dia gràcies a uns quants viatges dels que em costa triar el millor.


El resultat és el habitual -no esperen sorpreses ni grans revelacions-: crec que és la ciutat total. De dia o de nit, igual en Kensington passejant a l´ombra de Peter Pan o al Borough Market dinant de qualsevol manera, igual buscant llibres per Charing Cross o flipant en Picadilly o esgotant la nit, la salut i les butxaques al Soho o a Camden.


En la última estada, i de la mà d´un valencià (i granota) que contarà als seus nets que va viure uns anys a Londres quan era jove, i on va conèixer una valenciana que també ho farà perque seran els mateixos, bona part d´una molt bona nit la passàrem en un parell de garitos de la Soho Square.


Molt poc després, ja per ací, vaig descobrir el Llibre de les Brandàlies, el poemari guanyador del XLV premi de poesia Ausiàs March, del que és autora Àngels Gregori, una jove d´Oliva. Allí -un llibre magnífic del cap a la fi- em vaig emocionar amb este poema, que em recordà tantes coses, sobretot les que no he fet mai, sobretot les que ja no faré mai.



SOHO SQUARE



Al jardí dels plaers prohibits
vam jurar aprendre a no oblidar.
Llavors vam descobrir el popper,
les cançons de Patty Smith,
les pintures d´Edward Hopper,
les ànimes vives a Bloomsbury,
els lavabos bruts,
Keats, Milton, Donne,
la casa número 29 de Fitzroy Square,
les boques de metro dels afores de la ciutat,
els hotels de mala mort de sis estrelles robades,
Charing Cross Road: la Foyle´s, la Waterstones i la Silver Moon,
les cerveses negres,
la Tower de nit i l´ànsia a la punta dels pits,
Oh, sí, sí, el paradís!

Què volies? Teníem divuit anys
i la cartera plena d´incerteses i closques buides.