dilluns, de juny 29, 2009

AL OTRO LADO DEL RÍO




Para mis amigos


Si algún día pudiera hacer una película empezaría con un plano que arrancase muy alto en el cielo nocturno de la calle Gorgos en el cruce con Clariano, y desde allí la cámara comenzaría a bajar, avanzando a la vez a buena velocidad como en un vuelo rasante hacia la plaza Xúquer mientras empiezan a distinguirse las aceras repletas de maduros adolescentes, la hilera de coches atascados que avanzan lentamente y las luces de los bares. Podría ser 1990. Podrían ser las dos de la madrugada. Esa secuencia duraría exactamente los primeros cincuenta segundos de la canción Just like heaven, de The Cure, y esa banda sonora acabaría diluyéndose después de ese casi primer minuto al mezclarse con las músicas y las voces reales de la calle, hasta plantarse la cámara en la cara o el cuerpo de algún protagonista de una historia que aún no he inventado.

Arcadia feliz, infancia prolongada como un maxisingle eterno, los que por allí andábamos no queríamos creernos o disimulábamos nuestra condición de currantes tempranos o de universitarios primerizos, y nos tomábamos por niños algo grandes para los que de algún modo las cosas todavía no iban en serio. Como si la vida fuese a ser así para siempre.

Normalmente era sábado. Normalmente había jugado el Valencia muy cerca de allí unas horas antes y Penev había hecho algún gol a pase de Fernando. En las terrazas o de pie en la calle vaciábamos litros y litros de venenos que nos procuraban tantas dosis de felicidad como si fueran brebajes encantados. El parque del centro de la plaza estaba arrasado y completamente tomado por hordas que despachaban ruidosamente un botellón avant la lettre. Las aceras se invadían de mesas sin horario y de una marea juvenil inacabable. Nosotros arreglábamos el mundo a voces y con la falsa lucidez del alcohol hasta que algún vecino soberanamente harto nos lanzaba un cubo de agua o unas naranjas. Sin saberlo trenzábamos los lazos de amistades indestructibles. Las forjas de un pasado común.

Al otro lado del río hubo una vez una plaza luminosa en la que jugábamos a ser adultos, y en la que de entre todo lo vivido los errores y los excesos se guardaban en una cartera de la que los sacaríamos escalonadamente a lo largo de los años, mientras que los aciertos y los goces llegaban al instante, generando la adicción y las futuras nostalgias. Pero más allá de lo personal o lo grupal, la plaza Xúquer fue un maravilloso desorden que murió de su propio éxito y al que los vecinos -cargados de razón- liquidaron hasta hacerlo hoy irreconocible. Y más allá del hecho objetivo de las muchas horas de diversión o de martirio que procuró, también significó la creación de un espacio de ocio -y de vicio- libre y absolutamente interclasista. Un lugar en el que, a diferencia de otras zonas de la ciudad marcadas fuertemente por lo social o lo ideológico como el Carmen o Cánovas, los signos de reconocimiento jugaban un papel de perfil muy bajo, y donde la indumentaria o el barrio de origen eran simplemente una muestra de variedad que era bienvenida o directamente ignorada, pero nunca tomada como bandera que provocase adhesiones o rechazos.

Todo aquello terminó al tiempo en que por otras razones empezábamos a vislumbrar que las cosas no serían siempre iguales, como una metáfora casi perfecta de la vida o de sus cambios. Ahora paso poco por allí, y casi siempre de día. Si comparo lo que veo con algún que otro recuerdo que yo me sé, lo que los ojos muestran podría ser París o Brooklyn. Pero basta cerrarlos y activar la máquina para que vuelvan a aparecer músicas inolvidables, el olor de mi primer coche o el de ciertos bares, mis padres tan jóvenes la mañana siguiente al despertarme, la felicidad a plazo fijo por muchas horas, el estrépito fangoso de alguna vomitona contra el asfalto. No todo eran lirios. Y también las chicas aquellas de apenas veinte años que ya son madres y que tantos derrames nos inspiraron, las luces, las palabras al cielo hasta la afonía, la sensación de plenitud tan intensa, la noche, la noche, la noche y toda la vida por delante.


dimarts, de juny 23, 2009

HISTÒRIA, HOMENATGE I ELOGI DE LA FIGUERA (I D´ALGUNES FIGUES)


Tornant el divendres d´arreplegar a Laia de l´escola em trobí amb una figuera. Estava envoltada de plantes baixetes, de minúscules alfàbegues, d´efímeres flors d´un dia. I envoltada també d´un trànsit demencial i ben conegut. Faria llargament un metre i mig d´altura, branques ja formades, i alguns fruits creixien amb força desafiant les condicions nefastes. Era part de l´exposició botànica al millor postor que oferia, al bell mig de la vorera, una botiga d´aquelles tan recurrents i regentades per xinesos, que en realitat -com sap qualsevol- són fenicis disfressats de xinesos.

Comprar-la i plantar-la al Vedat era una temptació antiga que ara s´oferia relativament senzilla. I a més es presentava com un rescat o un alliberament d´un entorn tan hostil com ridícul. Però la possibilitat de carregar fins a casa amb la figuera, la xiqueta i els trastos de l´escola semblava poc realista, francament. I les presses de sempre arribaren desbaratant-lo tot. Després vaig continuar amb els plans de la vesprada, però la figuera no se m´anava del cap.

Vingué la fugida i el descans, la dolça companyia, l´entorn de pins i baladres tan enyorat i tan fàcil, la temptació de l´aigua, les hores de parlar amb la tranquil·litat que el treball no permet. I tornà la figuera. Tan clar ho tenia i tan pesat estava que finalment decidírem buscar-ne una a l´endemà per un parell de vivers dels voltants.

En els minuts d´abans de dormir jo recordava presuntuosament les fulles aspres i grans de les figueres que en el món han estat i de les que seran, imaginava l´ombra de les vesprades o les nits, i sobretot l´olor densa, tan dolça, quasi asfixiant, que sempre m´ha portat com poques coses la concreció del desitjat estiu i una forta sensació de retorn a no sé quin lloc, però amb la que voldria viure sempre. També em vingué al cap la seua sang lletosa, apegalosa, l´afortunat símil sexual del fruit filamentòs i perfecte, la seua forta filiació al món grec i romà, il·lustres i benvolguts pares de quasi tot el que som o serem. I em vaig dormir com un xiquet dorm la nit de Reis.

La trobàrem en el segon viver que visitàrem. Pràcticament clònica a la que havia deixat abandonada allà, i a la que vaig desitjar de cor el destí honorable que jo no puguí donar-li. La nostra ja està a casa, i només falta decidir per consens -l´altre dia no estàvem tots- el lloc millor on puga créixer i exercir el seu benèfic influx i el seu paper de màquina del temps, per als que la plantarem i per als que ens recordaran quan el vent òmpliga la casa dels olors de l´estiu.

Però el dia obertament figueril no havia acabat encara. A la nit, uns amics vingueren a casa i estiguèrem prenint a la terrassa els licors habituals amb la moderació pròpia de les recents temporades. Després baixàrem al poble on esclatava la verbena de sant Joan com una proclamació del temps nou i d´on fòrem discretament expulsats pels adolescents que reclamaven el seu espai natural. Prop d´allí, una terrassa de bar es plantejà com el millor exili possible amb el rerefons necessari de la música. Malparlant de la política municipal, alguns animàrem a un bon amic allí present a donar batalla a les pròximes eleccions. Aquell -després d´apurar la copa amb parsimònia- ens mirà seriosament i va dir: "Ja tinc el nom del partit: FPT." Es quedà callat uns instants i va afegir, aclarint la incògnita que tancava perfectament el dia: "Figues Pa Tots".

dilluns, de juny 15, 2009

CORPUS


Fue todo muy extraño. Pedaleaba por el entorno de Cavallers y llegué a la plaza de la Virgen. Era el sábado de Corpus y las rocas estaban expuestas, alineadas frente a la Basílica ordenadamente; toda esa fantasmagoría rodante y algo ingenua de animales imposibles y escenas más que dudosas. Aprovechando las rampas de madera por las que habían bajado las mismas rocas al centro de la plaza, me deslicé hasta alcanzarlo, ese espacio central y mítico siempre vedado por tres escalones. Sin prisa ninguna, curioseé los artefactos uno a uno sin descabalgar o echando el pie a tierra de tanto en tanto, leí piadosas y fechadas inscripciones, sorteé los escasos turistas que miraban extrañados la exposición, con cara de dudar sobre la permanencia o transitoriedad del variopinto museo. Y después salí de allí, enfocando de nuevo Cavallers. A cierta altura de la calle, apenas veinte metros tras dejar la plaza, es cuando ocurrió todo. Justo cuando acababa de sobrepasarlo, un músico ambulante situado junto a la valla que guarda los jardines de la Generalitat empezó a tocar un violín eléctrico. No sé porqué me di la vuelta. Era una melodía extraña, vieja, quizás improvisada. Melancólica y lánguida, lenta y armoniosa, algo que reconoces sin duda alguna y a lo que con la misma certeza sabes que nunca podrás dar nombre sencillamente porque nunca lo supiste. Me quedé mirándolo a unos metros. El sonido raro y metálico del instrumento mezclaba la pureza del violín con el sinsentido contradictorio del amplificador, creando una atmósfera de irrealidad que pocas veces he sentido. Entonces levanté la vista. Frente a mí, la Basílica y las rocas formaban un todo indisoluble: águilas floridas, ángeles triunfales, diablos rampantes, brazos detenidos en el aire, barras catalanas, hornacinas absurdas, flamígeras espadas, dragones ilustrados, vetustos tapices, griales, palomas, capiteles, tejas, cielos. El inmenso toldo que cubre la plaza se agitaba por el viento, creando sobre la fachada una rápida e inacabable sucesión de luces y sombras. Nubes cuajadas de agua de primavera corrían con fuerza y el sol jugaba con ellas. No sé qué fue. Quizás la hora primera de la tarde, ese momento algo irreal en el que el día pugna consigo mismo para no empezar a caer. La conjunción de una escena delirante con un instante de ánimo muy concreto, la música irrepetible, estos días extraños, una atmósfera de ensueño, quizás sólo eso, el rastro de un sueño.

dimarts, de juny 09, 2009

QUÈ VOS PASSA, VALENCIANS?


Comptat i debatut, em declare flipat. Afortunadament -tot i que resulta un consol ben trist- a la premsa de hui podia llegir-se un brillant paral.lelisme entre les figures de Berlusconi i Camps, tan diferents en aparença. També s´ha fet ressó d´eixa nova i molt interessant teoria un bon amic al seu blog parlant de les sendes de Silvio que ja comencem a caminar.

El cas és que ja he perdut el compte de certes sessions televisives de diumenge amb l´estupefacció per bandera i el sopar per l´aire. Per a mi ha deixat de ser una qüestió purament ideològica. I ja em dóna igual si les comparances les fem amb les autonòmiques, les estatals, les europees de fa cinc anys o les eleccions a president de falla. El pitjor de tot probablement siga la normalitat amb que milers i milers de valencians donen un suport incontestable a opcions profundament antivalencianes.

No sé si alguna vegada arribarem a calibrar la desfeta que va deixar al seu moment l´anomenada batalla de València. La manipulació més que calculada dels símbols entregà el gruix de les classes populars i mitjanes a la dreta més castellanòfila de l´estat, als que per cert el tema ni el coneixen, ni els preocupa ni els interessa perque tenen massa clar qui volen ser: una variant mediterrània i lúdica de Madrid. Per l´altra banda, alguns guardians de les velles i eternes essències catalanòfiles -conscients de la seua divinitat- es passaven per l´arc de triomf les regles bàsiques de l´arquitectura i s´obstinaven en començar la casa pel sostre, posant les coses encara més fàcils per als veïns d´enfront, que de construcció sabien i saben com ningú. Per a rematar la faena, un menyspreu incomprensible cap a certes manifestacions populars molt arrelades li regalava a la dreta els pocs despistats que havien quedat fora, que eren rebuts amb les cames ben obertes. Tots a una veu, germans vingau. I fins ara. D´eixes rendes -entre d´altres, però principalment- encara estan vivint. I amb una salut de ferro.

De la botiflera major del regne pensava dir alguna cosa, però crec que ho deixaré per a un altre dia. Miren, miren la fotografia. ¿Creuen realment que fa falta?