divendres, de maig 15, 2009

BOB DYLAN EN EL GIMNASIO


Desde hace algún tiempo tenía la dolorosa percepción de que, al margen de cuatro privilegiados, llegados a cierta edad el cuerpo se afloja y anquilosa, ya no vives de rentas, y operaciones tan simples como alargar el brazo para recuperar un objeto que ha rodado hasta debajo de un mueble puede desencadenar un tirón que, bajando por el cuello hasta medio brazo, te obligue a la analgésica blasfemia durante horas. O incluso durante días.

Por cosas como esa, y por poder entregarme de tanto en tanto con moderación a mis queridos excesos con algo menos de carga moral, me apunté al gimnasio. Contra todo pronóstico, después de mi flamante pero lenta adquisición de la ropa adecuada -a estas cosas tan duras uno debe mentalizarse poco a poco-, ahí me vi yo frente a docenas de tipos sudorosos, hostiles máquinas y el rumor de televisores siempre en marcha.

Algo aterrado, y como buen panoli recién llegado opté entre salir corriendo -una forma de gimnasia como otra cualquiera- o pedir auxilio al monitor, por lo que finalmente me decidí. Me preguntó qué quería. Descartada la posibilidad de pedirle unas bravas y una cerveza, le conté unas cuantas mentiras: perder bastante peso, poder correr la maratón, hacer algunas acrobacias de película porno, etc., etc. Me indicó que podía empezar por la bicicleta y así lo hice. Luego ya he hecho marcha por mi cuenta: autodidacta que es uno. Podrán ustedes recordármelo cuando les cuente mi lesión muscular irreversible.

Lo primero que llama la atención es el lenguaje. Como en toda secta que se precie, hay cierta jerga que se exhibe a la menor ocasión. Puedes oír a tu lado una conversación como esta: ¿Vas a hacer cinta? No, hoy ya no hago más cardio. Por lo visto, cardio es todo aquello que hace sudar, que pone el corazón a todo trapo y que adelgaza. Creo que en este mundo es sinónimo de aeróbico, una esdrújula que me encanta y que también se oye mucho. Hoy sólo voy a hacer aeróbico, tío.

El personal es de lo más variado. Están los muy jóvenes aspirantes a mascachapas de pelo casi rapado, o los que siempre van con camiseta de tirantes para lucir el trabajado musculamen, siempre con ese aspecto mezcla de pocas luces y cierta previsible bondad. Luego están los sexagenarios de prescripción facultativa. Son los que menos se divierten, los que están allí como cumpliendo una obligación algo penosa o combatiendo a desganadas pedaladas al colesterol. Son con diferencia los más proclives a hablar, y yo pego palique con ellos a menudo. La clásica y entrañable cuota sodomítica se deja ver poco, aunque supongo que el tomate se cuece en las duchas, territorio místico por excelencia y que yo no he pisado por razones de proximidad domiciliaria y cierta aprensión por los baños colectivos que cultivo desde pequeñito. Pero en general hay poca alegría para mi gusto, y todos parecen tomárselo demasiado en serio, y en según qué aparatos algunos ponen caras extrañísimas, al borde del definitivo colapso. La devoción casi siempre es mala.

La proporción de hombres y mujeres es como de tres a uno. Un desastre. Descontadas para la contemplación las sexagenarias -que no para el palique-, si coges una sesión poco concurrida te quedan para llevarte a los ojos apenas media docena de eternidades. De vez en cuando los dioses se ponen de tu parte y te dejan caer en la cinta de delante una veinteañera corriendo mil kilómetros mientras la cinta -ese milagro estático- mantiene el prodigio de la carne que va y viene pero sin irse. Nada que ver con la fugaz visión de las calles que se pierde en un visto y no visto. Es cuando el espíritu olímpico se apodera de uno y los ocho minutos previstos se transforman en quince, veinte, los que sean que se ha marcado tu improvisada acompañante y a la que no abandonarás.

Para combatir cierta sensación de pérdida de tiempo he recuperado el iPod que compré hace siglos y casi no utilicé y que además parece formar parte del uniforme de casi todos los que sudan en silencio. Si tengo el día pedante de cojones, me arreo alguna de las conferencias que me bajo de la web de la Fundación Juan March, que por cierto les recomiendo. Pero lo mejor ha sido recuperar el Highway 61 Revisited de Bob Dylan, un disco al que en su momento no hice demasiado caso y al que ahora he pegado unas cuantas vueltas para disfrutar y descubrir que, sólo para este año, la mejor canción de Dylan de todos los tiempos es Queen Jane Approximately. Algo bueno de verdad tenía que tener todo esto.


14 comentaris:

Forlati ha dit...

Snif, snif… Em sent abandonat. Hauré de buscar yo també un malaït gimnàs on fer costat als sexagenaris…

Un dubte. ¿Encenem cigarro només eixir per la porta?

diafebus ha dit...

Bravo Angresola. También yo en algún momento, mediaban mis veinte años, me quise atractivo, duré una semana, aterricé en un gimnasio. Descacharrante y certero análisis. Sobre todo el de la cierta previsible bondad, el de las muchachas que se pierden y no se van cinta abajo mientras nosotros nos venimos y no nos vamos. Las esdrújulas. Ay las esdrújulas. Bravo.

Juan E. Tur ha dit...

Bajando conferencia de Vargas Llosa.

Vinçon ha dit...

enhorabuena por tu decisión y por el análisis, aunque te recomiendo, por curiosidad intelectual, perderle el miedo a las duchas - no son cuartos oscuros- y al vestuario , donde las conversaciones no tienen precio y la gente muestra su lado más, ejem, desnudo....ah! y lo de "entrañable cuota sodomítica" me gusta , te ha quedado muy Ansón.

Sfrazzera ha dit...

Ni m´havia plantejat mai anar a un gimnás, ni fer dietes, ni res de tot aixó, i menys en un lloc tancat, uffff, i més ara que fa bon temps, el millor es caminar a l´aire lliure, encara que siga els diumenges fins a alboraia i tornar, i anar fins al negrito, esmorzar, i tornar a casa i fer-se una bona fideua, moure el cor, el cos, tot lo demés....i tornar a casa, a desitjar-ho tot.

Forlati ha dit...

Creu que hauria de fer vosté cas a Vinçon. No son cuartos oscuros…

Jajajajjajajajajjajajajjaja

angresola ha dit...

Forlati: anime´s, home, i vingase amb mi i així parlarem del personal tan variopint. Enfront mateix del gimnàs tenim quatre o cinc bars on guanyar lo perdut en qüestió de mitja hora.
El cigarret me´l faig a casa, ja ben tranquil.

Diafebus: de tant que m´agraden les esdrúixoles i vosté i tot el que diu, que igual a partir d´ara li dic Diàfebus.

Tur: no em crec que esté sentint a Vargas Llosa. Però mai es tard.

Vinçon: No es miedo a las duchas. Es pura aprensión por el lado higiénico. Tú sabes bien que mantengo intacta mi devoción por ilustres sodomitas, mayoritariamente cadáveres.

Sfrazzera: Sí, sí, tota eixa lírica està molt bé. Conec el negoci dels vint anys. Però ja me ho contarà vosté quan arribe als quaranta.

Abraços a tots.

Oxímoron ha dit...

Genial relato!
Yo también evito las duchas por cercanía domiciliaria. El palique también pasa a mejor vida, ya que no conozco a mucha gente del gimnasio del barrio y tengo ganas de acabar pronto con la cuota semanal de mantenimiento personal. Algo de timidez y cierta desidia por los interlocutores hacen el resto. Mis prioridades son las mismas que las suyas, pero se disfrutan mejor con el margen que da un estado físico que no se nos vaya de las manos. Pienso que has hecho bien apuntándote al gimnasio, a pesar del hastío que genera.
Por cierto, creo que he de ser demasiado antisocial en estos casos o el cliente menos entusiasmado que un gimnasio debe de tener, pues ni siquiera he pedido sugerencia aún al monitor.
Un saludo y ahí queda parte de la tipología que has esbozado como un guante a recoger por parte de algún cronista de la modernidad.
De la banda sonora de Acción Mutante (Def con Dos): Mens sana in corpore tullido!

Un rincón apartado ha dit...

Angresola s'està preparant per a ser el porter della Cretina, jejeje

Abraços

Comtessa d´Angeville ha dit...

Un dels meus amiguets és un competidor habitual de maratons, triatlóns i coses d'eixes amb el que tots els dies vaig a córrer, a nadar a la mar i a la piscina, en bicileta i a patinar pel passeig de la platja. El primer dia corrent muntanya amunt me volia morir però va poder més el desig d'arribar fins a dalt i quedar bé, o siga no quedar bé, jo lo que volia era impresionar-lo i tirar-me-lo, no s'anem a enganyar. Ma casa està dalt d'una costerota que puge amb una sorprenent lleugeresa (els dos primers dies em parava cinc minuts a un banquet que hi ha a meitat camí) i pense que fins i tot es folla millor. Els grans plaers no poden gaudir-se si el cos no està en forma!!El món és massa bonico com per a passar per ell cansats i malalts, a fer la mà la ment, la veritat està en la pell i en els òrgans!!

morena ha dit...

Tas que te sales! jajaja

Lucia Combustion ha dit...

A fer esport, s´ha dit!

Vicè ha dit...

Magnífica descripció, quasi calcada a la que veig en el meu gimnàs.

Cal parar especial atenció als minuts que perden els mascatxapes mirant-se als espills entre cada tanda de peses. Els iaios busquen conversa desesperadament, els altaveus no paren de bramar èxits comercials que podriem tindre el risc d'aprendre si no fóra per l'iPod salvador. I no cal oblidar tampoc alguna que altra bella dona espectacular... Quant'è bella giovinezza!

Completament d'acord amb el vot contrari a les dutxes. Els dels meu gimnàs estan sobrepoblats i a banda soc capaç d'olorar una concentració de fongs a kilòmetres de distància, aprensiu que és ú...

Anònim ha dit...

Holaaa Toni, molt bé, si vos també tens la meua opció: aquaeròbic!!

Besets, Mayte