dijous, de novembre 05, 2009

PLASTAS CONTEMPORÁNEOS: 2) LOS KIKOS



Lo peor es lo de la guitarra. Quien ha padecido una celebración de estos alegres catecúmenos sabe hasta dónde puede llegar el dolor. Cantan y cantan sin cesar espantosas tonadillas al ritmo de las sufridas seis cuerdas durante ceremonias interminables, repletas de niños, y llenas de incondicional exaltación.

Entre los más jóvenes de ellos, algunos gustan de adoptar un cierto aire falsamente hippie, algo sesentero, con el que de algún modo inconsciente intentan disimular la fuerza de la reacción que les anima. Pequeñas cruces de madera policromada con rústico hilo al cuello, cabellos algo más largos de lo que la ortodoxia tolera, adolescentes barbas ligeras y descuidadas de inequívocos aires nazarenos, de vez en cuando un taco, una opinión levemente descarriada... Los mayores los miran con cierto orgullo, creen ver una rebeldía que en modo alguno existe y que condescendientemente toleran con estudiada resignación generacional. Ah, los jóvenes... ya se sabe.

Se nutren de algunos colectivos ignorados por la sociedad, de personas a las que la vida abandonó o maltrató en cualquier esquina, y sobre todo de una endogamia feroz, conejil, prolífica hasta extremos inconcebibles, y que hace que sus vidas giren estrictamente entre el templo y los pañales, entre la terrible guitarra y la monovolumen de ocho plazas, entre la exégesis muy interesada de ciertos textos y la repetición -al estilo de las mejores madrasas islámicas- de supuestas verdades de realidad más que dudosa.

Son los responsables de que el cristianismo no sea todavía una extravagancia aún más minoritaria, los que llenan los estadios y los encuentros papales con furor francamente incomprensible para personas civilizadas, los que truenan -guitarra en mano- contra el aborto, el divorcio, el sexo fuera de la procreación y los orificios habituales, la eutanasia, la homosexualidad, la libertad, los que detestan íntimamente la modernidad y todo lo que implica.

Retirado el Opus Dei a sus turbios negocios de costumbre, los kikos se saben de algún modo la vanguardia y la force de frappe de un cristianismo acomplejado, vencido por la sociedad civil, y exhiben con orgullo su condición debidamente aleccionados, con resultados francamente patéticos. Que los niños participen alegremente en todo este disparate tiene un pase: el de la magia bendita y necesaria a determinadas edades. Pero cuesta entender en individuos adultos cierta simpleza psicológica, cierta renuncia al conocimiento o a la inteligencia salvo que enmascare un reaccionarismo casi genético, un miedo cerval al desorden y una necesidad de fijar referentes fuertes, aun a despecho de una pérdida de humanidad que paradójicamente sin cesar predican.

Aunque lo peor es lo de la guitarra. Puestos a hacer de la ortodoxia y del fundamentalismo bandera, poco se entiende la renuncia o el ninguneo a lo mejor que la tradición estética cristiana ha dejado: el esplendor casi bizantino del culto, la emoción de las grandes catedrales, la música de Bach o Monteverdi. Y mientras tanto esta gente, en un ambiente entre maoísta y pasado de rosca, dándole y dándole a la guitarra y a canciones espectrales. Señor, qué tropa.

3 comentaris:

Naumaquia ha dit...

Quicos no, tramussos sí!!

Anònim ha dit...

Tinc una companya de treball que és kika, i, la veritat és que el radicalisme que tenia d'ells, és molt inferior a la gent de l'opus, viuen al seu món particular.

Mayte.

María José Reche ha dit...

me ha encantao este post! me he reido mucho! volvere a pasarme por aqui, te dejo un saludo,