
No sé desde cuándo soy adicto a este tipo. Sé que ha ido unido a casi todo lo que me ha pasado desde que realmente -para bien y para mal- me pasan cosas. El primer disco suyo que descubrí -yo y tanta gente- fue aquel Ecos de danzas sufí grabado por algún amigo en cassette y que tanto gustaba a mi madre. Quizás ese sea el primer recuerdo. Soleados sábados por la mañana en mi habitación mientras mi madre, en la contigua cocina -y las ventanas abiertas sobre el deslunado: las sombras y las luces del inminente verano- insólitamente me pedía que subiese el volumen. De aquel disco, y después de tantos años, Sentimiento nuevo aún me sigue pareciendo la mejor invitación a la vida -el caso es que funcionó- de aquellos tiempos tan buenos como extraños.
Donde tantos vieron y ven letras absurdas yo ví versos deslumbrantes, intensas y hermosas imágenes de juventud evocadas desde el mismísimo sur, emociones y sensibilidades que quizás -sólo quizás- no existen y yo me invento. Con eso bastaría. Pero además le reconozco a Franco Battiato una suerte de magisterio moral al que recurrir de vez en cuando: en plena exaltación para acrecentarla; en bajada libre para aminorarla. Cuando ya no esté, además de quedar algo huérfanos unos cuantos, todos habremos perdido un personaje excepcional y un hombre machadianamente bueno.
Lo peor es bregar -aunque en realidad ya casi no lo hago- con los que nunca se tomaron la molestia de oírlo de verdad, con tantos que desprecian cuanto ignoran y que se quedaron con cierta sátira barata de algunas de sus canciones. Es un gesto conocido, repetido, una media sonrisa con la que se desprecia lo musical del personaje pero se le perdona la vida -a Battiato y de paso a ti mismo-, atendiendo principalmente al físico del cantante, fácil para la caricatura y la sal gruesa.
La realidad es que lleva más de cuarenta años haciendo música y reinventándose continuamente, siendo inmensamente respetado por la crítica mejor de Italia, mezclando magistralmente lo inmezclable, haciendo óperas, canciones, cine y hasta una editorial de temas esotéricos, faceta ésta última que no es de mi aprecio ni interés -volteriano que es uno-, pero que con las vueltas que da esto quién sabe si, dentro de unos años, acabaré místico perdido y leyendo esos libros vestido con un sari -y nada debajo, of course- sentado a la sombra de un olivo. Battiatista hasta el final.
Mañana mismo me compraré su último disco -Fleurs 2- para rendir tributo al maestro y para seguir con el caro y enfermizo coleccionismo que gozosamente cultivo sin posibilidad de arreglo. De momento me quedaré esta noche Aspettando l´estate, oyendo una y otra vez ese estribillo hermosa y perdidamente podrido de melancolía que tanto me gusta.
Lo peor es bregar -aunque en realidad ya casi no lo hago- con los que nunca se tomaron la molestia de oírlo de verdad, con tantos que desprecian cuanto ignoran y que se quedaron con cierta sátira barata de algunas de sus canciones. Es un gesto conocido, repetido, una media sonrisa con la que se desprecia lo musical del personaje pero se le perdona la vida -a Battiato y de paso a ti mismo-, atendiendo principalmente al físico del cantante, fácil para la caricatura y la sal gruesa.
La realidad es que lleva más de cuarenta años haciendo música y reinventándose continuamente, siendo inmensamente respetado por la crítica mejor de Italia, mezclando magistralmente lo inmezclable, haciendo óperas, canciones, cine y hasta una editorial de temas esotéricos, faceta ésta última que no es de mi aprecio ni interés -volteriano que es uno-, pero que con las vueltas que da esto quién sabe si, dentro de unos años, acabaré místico perdido y leyendo esos libros vestido con un sari -y nada debajo, of course- sentado a la sombra de un olivo. Battiatista hasta el final.
Mañana mismo me compraré su último disco -Fleurs 2- para rendir tributo al maestro y para seguir con el caro y enfermizo coleccionismo que gozosamente cultivo sin posibilidad de arreglo. De momento me quedaré esta noche Aspettando l´estate, oyendo una y otra vez ese estribillo hermosa y perdidamente podrido de melancolía que tanto me gusta.
Anche se non ci sei
tu sei sempre con me
per antiche abitudini
perchè ti rivedrò
dovunque tu sia.
TO THE HAPPY FEW
